- Todas las personas e instituciones que intervienen con mujeres que han sufrido la trata pueden, consciente o inconscientemente, agravar el daño que han sufrido, provocando su “revictimización”.
- Resulta urgente reflexionar de forma crítica y constructiva sobre cómo los diferentes agentes públicos o privados desarrollan su trabajo para mejorar la intervención con las mujeres víctimas de Trata.
- Las mujeres necesitan ser reconocidas como víctima como paso previo a su inserción, pero no la base de su identidad.
- La intervención del Proyecto ESPERANZA parte de una mirada positiva reconociendo la fortaleza, capacidad y valentía de las mujeres para favorecer su proceso de recuperación, empoderamiento y resiliencia.
Madrid, 30 de noviembre 2011. Esta mañana el Proyecto ESPERANZA ha organizado la jornada “TRATA DE MUJERES: VICTIMACIÓN Y REVICTIMIZACIÓN VS. EMPODERAMIENTO Y RESILIENCIA”, con el objetivo de profundizar y reflexionar sobre los elementos que favorecen la recuperación y desvictimización de las mujeres que han sido objeto de la trata.
Desde la experiencia de 11 años de trabajo con más de 600 mujeres y el Proyecto ESPERANZA ha congregado más de 150 profesionales para tomar conciencia y deconstruir aquellos estereotipos, prejuicios o formas de intervenir que promueven y propician la cronificación de las consecuencias de la experiencia traumática e impiden la recuperación de la mujer.
Concepto de víctima, factores de victimización y resiliencia
Myriam Herrera Moreno, Profesora Titular de Derecho penal de la Universidad de Sevilla ha ofrecido en la ponencia marco las claves que nos ayudan a entender conceptos como “víctima”, “victimización primaria, secundaria y terciaria” y “resiliencia”.
Herrera aportó una definición de “víctimas” entendiendo por tales a “las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas y mentales o sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los estados miembros, incluido el abuso de poder. Se incluirá a los familiares o personas a su cargo que tengan relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización”.
Señaló que todas ellas tienen en común la experiencia de haber sufrido adversidad, padecimiento e injusticia y explicó que la búsqueda de una “víctima ideal de Trata” puede generar reproche social si no cumple ese perfil robot y convertirlas en muñecos rotos.
Es de extrema relevancia para las/los profesionales que intervienen con las “víctimas”, desde las diferentes disciplinas manejar estos conceptos puesto que su delicada labor es orientar a la “desvictimización”, o mejor aún, a una constructiva “reinserción social de la víctima”. Según Herrera: Este proceso asistencial debe generar resiliencia (capacidad y fuerza restauradora) y debe contribuir a la potenciación (“empoderamiento”) de la persona para que trascienda de un posible nivel de desamparo.
Intervención con Víctimas: ¿Empoderamiento o Revictimización?
Respecto a la identificación y acceso a derechos, Marta González, Coordinadora de Proyecto ESPERANZA señaló que es trascendental “Reconocer a la “víctima” para que pueda dejar de serlo” y que hay que desarrollar y entrenar competencias para detectar, informar e identificar a estas personas que han sufrido un delito contra los derechos humanos. González añadió que: “en la entrevista con la mujer hay que valorar los indicios según el criterio de máxima protección de la supuesta víctima”.
González habló desde la experiencia diaria del Proyecto y añadió que es necesario vencer varios obstáculos de forma permanente: Por un lado, las dificultades a las que se enfrenta la mujer como el desconocimiento del idioma, miedo, desconfianza, impacto de la experiencia traumática, no auto identificación como víctima y sentimiento de culpabilidad. Por otro lado los obstáculos que existen por parte de la estructura, entidades y profesionales como el desconocimiento, falta de formación o sensibilización que generan estereotipos y confunden realidades o la falta de tiempo, recursos y coordinación entre agentes sociales”.
Cuestionando el perfil de víctima
Ana Almarza Cuadrado, educadora del Proyecto ESPERANZA cuestionó la posibilidad de ofrecer un único “perfil de víctima”, ya que “lejos de pensar que este delito sólo lo sufren mujeres inmigrantes, analfabetas, empobrecidas y con pocos recursos personales, la realidad nos ofrece una imagen mucho más compleja. Además, la idea de crear un “perfil robot” puede provocar la invisibilización de otros casos de trata que no encajen en el caso tipo.
Almarza defendió un modelo de intervención en el que la mujer es protagonista de su proceso desde la libertad, responsabilidad e individualidad, ya que cada caso es único.
Almarza señaló: “Nuestro objetivo es ayudar a la mujer a desarrollar sus potencialidades y capacidades, desde un modelo intercultural, igualitario que ofrece soluciones y que reconoce la valía de la mujer en todo momento. Desde el inicio de la intervención partimos de una mirada positiva sobre ellas, reconociéndolas como personas fuertes, capaces, valientes, con problemas concretos en un momento concreto, con proyectos y posibilidades añadió Almarza.
Efectos sobre la Salud y Proceso de Recuperación
Iskra Orrillo, psicóloga del Proyecto ESPERANZA señaló que el impacto de la experiencia es diferente en cada mujer ya que no todas experimentan el trauma de la misma manera ni cuentan con idénticos recursos personales para salir adelante, también influyen factores como la duración del hecho traumático o si la relación entre ofensor y la mujer es cercana: familia, amigos, el impacto es mayor.
La trata puede tener un impacto en la salud física y sexual de la mujer por medio de dolores de cabeza, trastornos alimenticios, fatiga, mareos, dolores de espalda, abdominales o estomacales, mayores riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual y VIH, así como mayores riesgos de embarazos no deseados y abortos forzosos.
Respecto a los efectos en su salud psicológica las mujeres muestran con frecuencia desconfianza, vergüenza y culpa, además de ver mermada su autoestima. Su discurso puede ser desorganizado o incoherente y no ser capaces de recordar en detalle los sucesos traumáticos como consecuencia del trauma sufrido y de alteraciones en los procesos cognitivos. También pueden omitir o falsear información por miedo a las consecuencias, como mecanismo de supervivencia.
En algunos casos, han consumido drogas y tienen falta de esperanza en el futuro. Sufren trastornos del sueño, insomnio y pesadillas repetitivas, así como soledad, fobias, ataques de pánico y un estado de alerta constante.
Desde la el proceso de integración socio laboral: Iris Rodríguez, Coordinadora de intervención del Proyecto ESPERANZA señaló las dificultades existentes en el proceso de integración de las mujeres partiendo en primer lugar del desconocimento de la lengua en muchos casos y de la situación administrativa irregular en la que se encuentran muchas mujeres que han sufrido la trata. También influyen negativamente aspectos como la desigualdad de género y la discriminación racial.
Como factores de revictimización Rodríguez denunció los obstáculos a los que se enfrentan diariamente como el hecho de no poder acceder al INEM como demandantes de formación, y el que no son beneficiarias de políticas de ‘discriminación positiva’.
En las conclusiones de la jornada se reiteró la idea de que la victimización secundaria tiene lugar cuando, por falta de conocimiento y de sensibilización, no se identifica a las víctimas, ni se las atiende de forma específica, quedando sin respuesta las necesidades que estas plantean. También se produce cuando prima el interés por la persecución de los autores del delito y por combatir la inmigración irregular sobre la consideración de la trata de personas como una violación de los derechos humanos, en la que los derechos e intereses de las víctimas no ocupan un lugar central.
Asimismo, contribuye a la victimización secundaria el que, por temor a que se produzca un uso fraudulento de los mecanismos de protección, se sospeche sistemáticamente y se cuestione la credibilidad y el testimonio de las víctimas.