Educadoras de Proyecto ESPERANZA: Alicia Sierra, Imelda Plaza, Inmaculada Sánchez, Irene Adarve, Rocío Álava, Anissa Tenani, María Municio, Iluminada Benito, Antonia López y Ana Almarza.
La experiencia más dura y solución: creo que más que una experiencia puntual, lo más duro ha sido el ambiente tan tenso que se fue formando al estar encerradas durante tanto tiempo juntas y sin saber lo que duraría la situación. Las mujeres estaban preocupadas porque sus proyectos personales habían quedado paralizados (en lo laboral, en lo administrativo, en lo formativo, etc.), tenían miedo de lo que pudiera pasarle a sus familias en su país de origen y mantenían la incertidumbre de no saber durante cuánto tiempo se prolongaría la situación. La forma de afrontarlo fue ser claras con la información que se transmitía, trasladar la idea de que era una situación temporal pero sin crear falsas expectativas de mejora si no estaban realmente a la vista. También fue de utilidad crear espacios en los que se pudiera desconectar de esta situación: organizar actividades deportivas, talleres de manualidades, ocio en casa, etc.
Momento emotivo: para mí lo más emotivo fueron los primeros aplausos de las 20:00 con las mujeres en la azotea. Eran los únicos momentos de contacto con el exterior que, si para todas nosotras fueron importantes, para ellas aún más. Los aplausos les daban la posibilidad de poder expresar su rabia y su dolor, de sentirse parte de una comunidad y, sobre todo, de poder ser vistas y escuchadas por las personas que las rodeaban.
Aprendizaje: creo que hemos aprendido la importancia de darle sentido a las experiencias difíciles y poder transformarlas en algo que nos sea útil y enriquecedor. Esta idea de crear algo provechoso puede tener un significado completamente distinto para cada una de nosotras. Lo hemos ido viendo en cómo las mujeres gestionaban el confinamiento, cada una de ellas utilizando sus propias herramientas para que surgiera algo nuevo a partir de esta situación: algunas mujeres canalizando lo que sentían a través de su creatividad, otras acercándose a su lado más espiritual y/o religioso y también hubo a quién este tiempo le sirvió para poder aprender a habitar el dolor y acompañarse a sí misma en momentos duros.
Experiencia más dura y solución: Organización de cuarentena: Fue una experiencia muy intensa debido a la sensación de incertidumbre durante todo el confinamiento. Para garantizar la seguridad y protección de todas, tuvimos que construir espacios aislados para las mujeres de nuevo ingreso durante quince días, a esto se le añadió una intervención diferente a la acostumbrada ya que lo normal es que generemos espacios de autonomía desde el primer día y durante la cuarentena no fue posible, al permanecer la mujer en su habitación. Para que esta nueva situación fuera más llevadera y efectiva, fuimos desarrollando protocolos tanto a nivel profesional para coordinar nuestra intervención; a nivel de los nuevos ingresos, donde les ofrecíamos información de acogida, preparábamos material higiénico-sanitario y dejábamos manualidades, lectura… para que la mujer ocupara el tiempo; y a nivel convivencial con todas las residentes modificando al completo nuestra organización de las rutinas, de los espacios, de la desinfección y sobre todo la manera de relacionarnos.
Momento emotivo: Algo que siempre era un motivo de alegría durante esta etapa fue el momento de poner fin a la cuarentena, donde la mujer podía comenzar a relacionarse y convivir con sus compañeras y sus educadoras de manera normalizada. Las residentes disfrutaban de poder conocer a su compañera y para la mujer era una liberación el poder participar en las actividades y generar vínculos con todas.
Aprendizaje: El mayor aprendizaje que saco de todo esto es que hay que tener una perspectiva muy abierta al cambio y a la asimilación de imprevistos que pueden surgir en cualquier momento y que pueden afectar a todos los niveles, como ha sido el caso de COVID19 en los recursos residenciales. Buscar alternativas y soluciones eficaces viene dado por la capacidad de reacción del equipo y ser consciente que todo puede cambiar y debemos volver a empezar viviéndolo con calma, fortaleza y optimismo.
Experiencia más dura y solución: la experiencia más dura ha sido en algunos momentos “la soledad” del turno, y explico esto, diciendo primero que desde el primer momento que aún se desconocía el alcance de todo esto, el equipo de educadoras hemos estado presentes y resistentes, creo que es importante remarcar esto, para mi tiene mucho valor que pese a no saber lo que era esto, hemos respondido de manera muy satisfactoria, hemos estado unidas y hemos demostrado un talante siempre positivo a pesar de todo. Con la situación de pandemia nos tocó reorganizarnos y cambiaron los horarios de las educadoras para salir los menos días posibles de casa, se echaba de menos el no compartir los momentos de siempre con tus compañeras, sobre todo en esos momentos donde había miedo, incertidumbre, asombro por todo lo que estaba pasando fuera. Era como estar aislada de todo, pero a la vez acompañada por las mujeres, que en esos días se convirtieron aún más en familia, ya que pasabas bastantes horas con ellas. Todo esto unido en la convivencia diaria a la incertidumbre de las mujeres, estos meses hemos empleado mucho la palabra “sostener”, intentar acompañarnos unas a otras en estos momentos complicados que hemos pasado.
Momento emotivo: un momento emotivo (o varios) era cuando de manera espontánea, informal surgía sentarte con las mujeres a compartir un café y charlar analizando e intentando asumir todo lo que estaba pasando fuera, recordando al personal sanitario que estaba cuidando a las personas enfermas, compartir experiencias cercanas de gente conocida que lo estaba pasando mal, cómo nos sentíamos con todo esto, siempre intentando acabar con un mensaje positivo para el siguiente día.
Aprendizaje: creo que hemos aprendido que tenemos que ser más conscientes de lo que tenemos y aprender cada día de las personas de las que nos rodeamos, que aunque vengan momentos difíciles hay que intentar afrontarlos y buscar alternativas que nos hagan sobrellevar mejor esos momentos complicados. También creo que la confianza que he sentido con mis compañeras educadoras y la buena comunicación que ha fluido entre nosotras, ha servido para venir a trabajar, sabiendo a lo que te exponías, con ganas de estar presente y facilitar y acompañar a las mujeres con las que trabajamos en nuestro día a día.
Los momentos mas duros del confinamiento: los momentos más duros para tienen que ver con la inseguridad, impotencia, desconocimiento y miedo ante la nueva situación y esto mismo, disimularlo para no contagiar a las mujeres acogidas de mis miedos. Momentos de impotencia al escuchar a las mujeres y sus angustias, ansiedades. A veces no saber cómo apoyarlas por no saber el procedimiento en algunos casos. Momentos duros de la convivencia producidos por esas ansiedades y miedos de las mujeres.
Momento que nunca olvidamos: El ser apoyo como educadora para estos momentos tan duros.
Y el mejor aprendizaje extraído de la experiencia durante estos meses: Al final, necesitamos muchas menos cosas materiales de las que tenemos y valoro mucho más aspectos emocionales y de convivencia humana.